Pues el domingo, en la autopista como a eso de las 6 de la tarde, cuando venía de regreso del defe me alarmó una fila que de repente se apareció. Digo que me alarmó porque yo ya estaba muy cansada y seguramente el tráfico iba a retrasar mi cita con mi cama.
Dos carriles cerrados, patrullas de la policía federal, una ambulancia y señoras gritando y llorando desesperadas.
Un tenis marca “palomita” tirado, y un rastro de líquido rojo sangre se distinguía apenas unos metros, hasta que nos encontramos con una bolsa azul y debajo de ella un cuerpo inerte.
Lo único que pude alcanzar a ver fue su oreja, hombro, brazo, costado y parte de una pierna.
Es lo más muerto que he visto (claro que he asistido a velorios y entierros, incluso esperé sentada mientras se cremaba a mi bisabuelo paterno).
Ver su brazo ensangrentado fue casi emocionante.
El tiempo se hizo más lento y cuando retomó su ritmo normal, vi el camión. Uno amarillo, de pasajeros, con dibujitos azules. Un camión con el frente bastante abollado y el enorme parabrisas estrellado, roto, destrozado de la parte más baja. Un círculo (al menos así se veía de lejos) que coincidía perfectamente con el golpe de la cabeza del sujeto que se encontraba debajo del hule azul.
Y yo no pude decir otra cosa más que: “¡Ups, ya colgó los tenis.”
Mi cama, deliciosa cama, me estaba esperando.
1 comentario:
Saludos estimada señorita,
temo que este post me dejo algo fría, en lo que a sangre se refiere no lo disfruto mucho, de hecho odio lo que tenga que ver con hospitales, heridas, etc.
Hasta pronto.
PD: Espero descanse en paz "el que colgó los tenis".
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