Hace poco tiempo he comenzado a repeler a los niños pequeños (léase bebés, kinderianos y hasta niños de 2° de primaria) pues me parecen insoportables.
Yo digo que no quiero tener hijos; que si llego a tener un hijo debe ser ‘perfecto’: inteligente, limpio, callado y resoluto.
Lo sé, lo sé. Pido demasiado. Sé que vivo en mundo en el que no se pude nada de lo que pido; porque en el mundo real los bebés lloran, son torpes, llorones, trémulos… son como tumores. Lo sé.
Y si no puedo disfrutar de un hijo de así (perfecto), por lo menos (si llego a tener un hijo) gozaré de la dicha de llamarle Dios. Para que las personas se emocionen cuando grite: “¡ya llegó Dios!”.
Al menos ese sería mi consuelo…
Si yo tuviera un hijo, le llamaría Dios…

No hay comentarios:
Publicar un comentario